La noticia del cierre de Carmen March parece que ha pillado a muchos por sorpresa, cuando es por todos conocidos los enormes problemas económicos que está sufriendo la industria de la moda en este país desde hace unos años. Y está claro que esta crisis que todo lo cubre no ha ayudado a que este sector levante cabeza.
Y es que el sector textil español vive en una permanente crisis. La caída de las exportaciones y el incremento exponencial de las importaciones de países asiáticos (eufemismo con el que nos referimos a China), hacen que poco a poco se vayan cerrando las fábricas que resisten y se vayan perdiendo los pocos puestos de trabajo que todavía existen. Ni las ayudas y subvenciones ni la eterna canción de la apuesta por "el valor de marca y la calidad" parece que estén dando frutos.
Por eso me resulta curiosísimo que cada vez que se habla de este tema siempre salga alguna voz criticando a Zara, diciendo que eso no es moda. Y siento disentir, pero creo que Inditex y Zara en particular, como marca matriz del grupo y que ha extendido su modelo en las demás marcas del grupo (y a otras empresas a las que el modelo les está funcionando estupendamente), ha entendido a la perfección lo que es la moda: ropa que la gente quiere comprarse y ponerse!
Y es que nos olvidamos fácilmente (yo la primera) de que si lo que se presenta en un desfile después no se vende, todo ese esfuerzo de diseño, innovación y trabajo no habrá valido para nada. Y para vender hay que tener un entramado empresarial detrás que fabrique las prendas, ponga la ropa en el punto de venta y a ser posible a un precio competitivo porque si un pantalón de algodón de calidad similar a uno de Zara me va a costar 10 veces más ¿dónde iré a comprarlo?
La clave del negocio de Zara es la rapidez y la flexibilidad. En cuanto detectan una demanda de sus clientes, gracias a un eficiente sistema informático y a una permanente escucha, son capaces de darle respuesta en dos semanas (este modelo lo inició Benneton tardando 6 meses en reaccionar y Gap consiguió reducirlo a dos meses). Además conocen perfectamente las tendencias que marcan cada temporada y son capaces de traducirlas a un lenguaje perfectamente comprensible por la gran masa y con la combinación de estos factores, junto con unos precios tremendamente competitivos, consiguen fidelizar a su clientela.
Por supuesto, este sistema no es aplicable a diseñadores del tipo de Carmen March, pero creo que el tipo de modelo con el que trabajaban: talleres casi artesanales, una tienda en la que no entraban clientes y un desfile para presentar la colección de la temporada, está claro que tampoco funciona. Y si estos diseñadores tienen intención de sobrevivir con algo más que una subvención tendrán que pensar en cambiar el modelo de negocio.
Y creo que uno de los que se ha dado cuenta de todo esto y que tiene muy claro que el camino es otro es José Castro, que colabora con firmas con un entramado empresarial detrás (ya sea Bershka, Desigual o ahora con Caramelo) para intentar que su ropa se venda y salga a la calle que es donde realmente tiene que estar.
El tiempo dirá cual es el modelo que triunfa, y espero que descubran pronto cual es porque es una pena que tanto talento termine perdido por carecer de un modelo empresarial real y efectivo.
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