Hay cosas que no cambian con los años. Pero hay otras que cambian, y no tengo claro si para bien o para mal.
Y el qué ponerme para estas primeras citas no siempre ha sido un problema. Con 17 años se resolvía con una amiga diciendo "la falda más corta que tengas, tía". Pero con 30...
No sé si será el síndrome de Bridget Jones que ataca más fuerte que nunca o qué pero si hay un momento en el que las dudas me devoran y me creo más que nunca la frase "no tengo nada que ponerme" es en una primera cita.
Es que si hay una ocasión para preocuparse es esta ¿no? Y claro, nunca sé si debo ir como un día normal, más arreglada, o si trocearme como un pollo y escoger enseñar muslo o pechuga (¿los dos? no, eso nunca!).
Normalmente tiro de ese vestido que nunca me falla
en mi caso sería negro, por supuesto
o de los vaqueros que me ponen un culo estupendo con mis mejores zapatos,
aunque nunca salgo de casa convencida después de pasarme horas delante del espejo, y si la cosa no sale como debería habrá alguna prenda que pasará al olvido por la manía que le tendré desde ese momento.
Sí, lo sé. Loca perdía...
Todas las fotos robadas a The Sartorialist
0 comments:
Post a Comment