Thursday, February 24, 2011

La Meca del pabellón 14

 

Reconozco que formo parte de una secta extraña que divide su calendario en función de dos cosas: Primavera/Verano y Otoño/Invierno. Febrero y septiembre son las fechas que marcan el inicio de los dos bloques en los que se separa el año para mi.

Algunos miembros de esta secta entre los que yo me encuentro, y gracias a que un día decidieron abrir un cuaderno de notas virtual para soltar las cosas que se le pasaban por la cabeza y que nadie de mi entorno real quería oír, les ha sido concedido el privilegio de poder asistir como observadores de excepción a lo más parecido a la Meca del mundo fashion español: el pabellón 14 de IFEMA.

Soy muy consciente de que Cibeles no es ni París, ni Milán, ni Londres ni Nueva York, pero es lo que hay y con todos sus defectos (que son bastantes) es una oportunidad única para vivir por unos días de verdad el mundo de la moda, y de conocer a alguna gente que vive por y para ella.

Estoy encantada de llegar con mi escapulario colgado del pecho, y entrar en esa Kaaba igual de negra y sin luz natural que la original en la que de forma inconsciente acabas dando vueltas y vueltas, y poder ayunar durante esos días en los que sólo a los elegidos se les permite comer (el resto nos conformamos con beber), de ver el purgatorio que es para algunos periodistas los días allí, mienras esperan que sus dioses (también conocidos como jefes) decidan que ya han penado bastante y pueden cubrir París o Milán. 

Hasta hago alguna incursión en esa sacristía conocida como backstage y al confesionario que preside el centro de las bambalinas, también llamado sala de maquillaje y peluquería en el que puedes ver por un momento a Iris Strubegger o a Antonio Navas, personas que por la calle muy pocos reconocerían pero que al verlos así de cerca a mi me provocan vuelcos al corazón. No diré que pasan desapercibidos porque siendo como ellos son es algo completamente imposible.
Incluso tengo la oportunidad de entrar en ese paraíso vetado a la mayoría de los mortales conocido como Drinking Kissing Room.

Por eso quiero dar las gracias a la organización de IFEMA, a los diseñadores que me han invitado, a la gente que me ha permitido entrar en todos los desfiles, aunque tuviese que sentarme en las escaleras porque estaban ya todos los sitios ocupados o incluso lo viese de pie entre los fotógrafos. Porque lo importante no es dónde estás tú. Es estar. Es tener la oportunidad.

Porque soy muy consciente de que soy una privilegiada a la que se le ha concedido una oportunidad que no tendrían porqué dármela ya que no soy nadie en este mundillo. No soy una compradora de unos grandes almacenes extranjeros que sí debe tener sitio. Ni tampoco trabajo en una publicación que publicará un reportaje que dará publicidad a la firma. Ni tengo una tienda multimarca en la que vender las prendas que más me gusten.
 
Sólo soy una simple bloguera a la que le fascina la moda y que sabe que eso no le da derecho a nada. Y espero que eso no se me olvide jamás.

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